Aladino, el héroe
que poseía una lámpara maravillosa, tenía un hermano llamado Teneo. Las
leyendas no mencionan
a Teneo porque toda
la fama fue
para su hermano. Sin embargo, se
trataba de un muchacho inteligente y hábil. Pero la envidia llenaba su
corazón.
Escondido tras cualquier roca o matorral, Teneo observaba el prodigio de
la salida del genio de la lámpara de su hermano.
Naturalmente, quiso poseer tan preciado tesoro. Tras mucho pensarlo, decidió
hablar con Aladino.
-¡No es justo, hermano!. Tú tienes una lámpara maravillosa, y las gentes
recordarán tu historia por los siglos de los siglos.
En cambio a
mí...¿quién me recordará?.-
Aladino trató de
razonar con él:
-Lo
siento, Teneo, pero yo no elegí ser famoso. Además, somos hermanos, y todo lo
mío es tuyo también. Si quieres, te regalo uno de los deseos
que me corresponden, pero no puedo hacer más por ti.-
-¡Te
odio. Quédate con tu maldita lámpara!. No quiero que me compadezcas. Desde hoy
ya no somos hermanos, sino enemigos- dijo
Teneo.
Aladino no deseaba entrar en conflicto, y menos con su hermano, pero
¿qué podía hacer?. Cada mañana intentaba hacer
las paces con Teneo, pero éste se portaba duramente con él, intentaba provocar
peleas y hablaba mal de su hermano a todo el
que le quisiera escuchar.
Sin embargo Aladino seguía intentando que todo volviera a ser como
antes. Echaba tanto de menos la amistad con su hermano que le
perdonaba sus ofensas. Fue entonces cuando Teneo tomó una decisión malvada: le
robaría la lámpara.
Adivinando sus intenciones, Aladino la escondió en el hueco de un árbol,
pero Teneo vigilaba todos sus movimientos, y no tuvo dificultad para encontrar el escondite. Uno noche sin luna,
se acercó al árbol y robó la famosa lámpara.
Temblando
de emoción, se la llevó a
la playa, y allí
intentó que el genio saliera
sin conseguirlo. Tocó la lámpara, la sacudió, la
arrojó contra una roca, pero el genio seguía sin salir. Incluso gritó:
-¡Sal de una
maldita vez, genio!.- Pero no hubo respuesta.
Teneo
ya casi se daba por vencido. De pura impotencia se echó a llorar ¿por qué mi
hermano tiene tanta suerte y yo ninguna?. Una gruesa lágrima cayó encima de la lámpara. Casi sin darse
cuenta, la frotó para secarla, y el genio salió de ella sin que Teneo
se diera cuenta, pues se tapaba los ojos mientras lloraba. Por última vez,
gritó:
-¡Genio, sal!.
¡Sal!. ¡SAL!.-
De inmediato, un chorro de sal comenzó a salir de la lámpara. Cuando
Teneo comprendió lo que pasaba, ya
era tarde: el genio
le había concedido
su deseo: ¡toneladas de sal!. La sal lo
llenó todo: la playa, el bosque cercano, los prados que había a las
afueras del pueblo.
Teneo intentó
detener el chorro inagotable de sal, pero le resultó imposible. Se dirigió
entonces al genio:
-Por favor, genio.
Deja de hacer salir más sal, o todos moriremos ahogados en ella.-
Pero el genio le
contestó burlón:
-Lo
siento, Teneo, era tu deseo. Quisiste enfrentarte a tu hermano, y por odio
hacia él me robaste. Ahora tendrás que soportar las
consecuencias.-
Mientras tanto, la sal formaba ya una montaña. Teneo, asustado, cogió la
lámpara y montó en una barca, alejándose mar adentro. Cuando ya no se divisaba la costa, la tiró al mar, y vio como
se hundía. Después volvió a tierra, y sin regresa siquiera a su
hogar, huyó hasta perderse entre las rocas de una lejana montaña.
Mientras tanto, desde lo más profundo del mar, la lámpara seguía
vertiendo sal. Ese es el motivo de que el agua del mar...esté salada.
[Creación libre a partir de un cuento popular]